Son solo caballos de hierro los que, en abrupto momento, caen en eterna colisión, enfrentados, uno en desdén del otro. Rabiosos e inquietos se encuentran movidos por el motor de una fragua que se disfraza de pasión. Ideas abstractas, poderosas e intangibles, tiñen de rojo el terciopelo a la vez que te protegen desnuda del frío.
En otro extremo de los puntos cardinales, la gran máquina de engranajes oxidados preparada fisiológicamente para bombear lluvia color rubí, funciona a máxima capacidad movida por sueños e ilusiones.
El torbellino del alba en tus cabellos solo precipita la llegada del negro velo que dibuja mi forma, en contra de la luz, pronta a cubrir tu rostro. Negar que bajo la mirada atenta de soles distantes soy el único que logra que los acompañes, es imposible.

