Como testigo de la génesis de una pálida melodía gutural, observo cómo se precipitan con turbulencia filamentos metálicos que vibran al unísono.
La verdad asoma su rostro entre bisagras nebulosas, trayendo consigo seguridad. Ya más lúcido, me encuentro poco a poco con un trozo de mí a la vez. Trabajamos, retomamos nuestros turnos y nos volvemos, a cada paso, menos invisibles.
En la medida en que encuentro estos fragmentos de mi persona, dibujan finalmente un espejo fracturado. Los tomo por lo que son e intento huir de los muros de cristal.
Mi camino se encuentra fuera de esta caja; la libertad aguarda, pero se aleja de mis horizontes en la medida que aún no estoy completo.
Por ahora, mis fragmentos ocultos me dejan fuera del trato; me arrestan y me acarrean dentro.
La verdad trae consigo garantías. A su vez, la suma de los miedos es el alimento del claustro, pues la salida libre trae consigo responsabilidades difíciles de asumir.
Los acordes de un instrumento desafinado me permiten repeler las nubes oscuras, despejar ideas, encontrar fragmentos y buscar puertas de salida.

