En el Camino

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Tratando de mantener la voluntad erguida, observar mis pies se ha vuelto habitual en este último tiempo, al igual que gastar calzado aplanando calles. Sin percatarme de ello, los tonos lívidos reemplazan la aurora que el sol dejó morir con su partida, y rostros incontables de ánimas sin nombre quedan atrás en este sendero decorado por estáticas luciérnagas. 
 
En ese oasis, entre el cauce de bestias de metal y ríos de piedra, el ceniciento cadáver del primer cigarrillo sirve de vida para el segundo. Los brazos de gigantes de madera se muestran desnudos y acogedores bajo la mirada vigilante de la luna, solo para revelar mi marcha cansina en busca de razones para no terminar la vida debajo de un puente.