12 Hechos de un Fin de Semana

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Como nadie, me regalaste 10 flores únicas en su tipo.
Como nadie, compartiste conmigo un tiempo efímero y exquisito de ensueño.
Como nadie, convertiste en mágicos cada uno de los momentos cotidianos.
Como nadie, me has hecho soñar despierto.
Como nadie, me permites creer que cada sueño es sólo un anticipo de una evidente realidad.
Como nadie, has llenado un corazón que ante tu ausencia se torna triste y marchito.
Como nadie, has instalado un férreo nudo en esta garganta que se contiene de gritar por tenerte cerca.
Como nadie, has logrado que me conozca un poco más, de una forma completamente inesperada.
Como nadie, me animas a lograr cosas magníficas.
Como nadie, has transformado el tacto en un lenguaje único.
Como nadie, me has dejado sin palabras una y mil veces.
Como nadie, eres mi complemento perfecto, como amiga, confidente, compañera y amante... 
    

Es Tiempo

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Una dulce melodía —tan simple, tan sencilla y tan única— se transfigura en medio de la soledad como la mejor máquina del tiempo, transportando a un cuerpo abatido por las deshoras a pasadas tierras cálidas, y a otras que no lo son tanto.

Es en este cruce de momentos, este lugar entre sitios, este paréntesis del avance del reloj de arena, que, con un dejo de fría crueldad, voy eliminando recuerdos y obras con sentimientos reales, como parte de purificar el camino que se erige por delante, pasando por alto un luto que no es tal y dejando de sentirme perverso sin motivo.

El cariño pueril se va con el viento; las palabras ahora no son más que eso, y las hojas son solo hojas. Si algo no es lógico, no tengo motivos para pedir perdón.

El sonido del avanzar del tren de las 4:30 se mezcla con el recuerdo del romper de las olas. Ya es la hora. Una por una, las hojas de un árbol caen para dar la bienvenida al otoño; este se desnuda por completo solo para vestirse con bellos colores y recibir al sol.

Tengo mi calzado de gastadas suelas cubierto de barro por tanto caminar, y aún ni siquiera he llegado a la mitad del camino; pero, al menos, me permito ver que los matices del cambio de estación son hermosos.

Es tiempo de permitir a mis pulmones respirar, a mi sangre fluir, a mis músculos y órganos moverse y actuar como es debido, a mi corazón latir más fuerte que nunca a un ritmo diseñado para estar en armonía con tu nombre.

Es tiempo de dejarme llevar un poco, dejar que el amor nos diga qué debemos hacer... y no olvidar que, a veces, necesito un litro de buen café para volver a escribir.


Juntos

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Anoche soñé contigo, pero no fue como cualquier otra noche; esta vez la soledad se convirtió en una amiga ausente y lejana, para dar paso a un sueño que compartimos juntos. 
Logré ver tu rostro más próximo, solo para definir mejor tus rasgos perfectos.
Logré tocar tus labios para sentir lo que tenían que decir sin emitir palabra alguna.
Logré fundir mis dedos con tu piel para definir contornos y aromas infinitos, solo para que mi cuerpo se tambaleara al sincronizar nuestra respiración, aproximándonos a algo divino que sobrepasa los simples sentidos; una entrega sincera que no espera nada más a cambio que la misma sinceridad.
 
Anoche descubrí una nueva dimensión de la esperanza. Mis sueños fracturaron lo que conocía por realidad como si de un frágil cristal se tratase. Estabas entre mis brazos, y la luz te mostraba como un ángel plácido y afable que se dejaba arrullar por el ritmo firme, pero apacible, de este corazón dispuesto a entregarlo todo.
 
Mi volátil imaginación no logró predecir este torrente de emociones:
La placidez de ver mis anhelos volverse realidad ante estas manos que aprietan fuertemente las tuyas, traduciendo en caricias el más bello de los versos.
La felicidad de ver aún más allá del brillo de tus ojos y que nuestra piel ha definido límites completamente nuevos.
La seguridad de convertirme en el hombre al que están dedicados tus versos, aquel que es foco de tus pensamientos, aquel que logra que te sientas especial y aquel que hace que sueñes como por tanto me has permitido hacerlo.
 
Anoche mantuve la luz apagada, estabas aquí y te quedaste a mi lado a compartir la noche. Nos olvidamos del mundo y el mundo decidió, por un momento, olvidarse de nosotros.
Anoche soñé junto a ti, y fue mucho más que una noche excelente.
Anoche soñé junto a ti, y es solo una de tantas noches que quedan por venir.








Proyección

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Paradójicamente, la soledad destaca la compañía de gritos, gruñidos y murmullos de voces que rozan lo extraño; voces que hablan de restos abatidos al fondo de abismos filosos, de cráneos aplastados por el peso de sus actos, de círculos de dolor perpetuo y de prisiones carentes tanto de muros como de esperanzas de escapar. Voces que no se desvanecen al cerrar los ojos.

Mis oídos me traicionan, guiándolas hacia mí cada noche. Algunas veces son piadosas y articulan palabras ocultas en mensajes ininteligibles, otras, solo susurran sin más propósito que mantenerme despierto.

Ahora apareces tú. Te busco entre oscuras arboledas de tonos índigo. Jugando, te escondes entre la niebla. Puedo sentir tu aroma, y sin darte cuenta, me guías a buscar mi reflejo en tus ojos.

En la oscura compañía del mapa celeste, la tinta fluye, perpetua y palpitante, tiñendo de sangre las páginas del libro que solo ambos podemos leer. Como un acontecimiento extraordinario, las voces deciden partir, revelando miles de deseos íntimos y profetizando que ha muerto mi última noche sin compañía.