El sol aparenta cumplir con la rutina que frecuenta día a día; una caminata como tantas otras que parecieron morir con la salida de un satélite diminuto, solo para propiciar el inicio de un nuevo ciclo.
El anaranjado crepúsculo da paso al nacimiento de siluetas oscuras, que se extienden hasta los pies que recorren una mezcla de tierra y asfalto por senderos familiares en un mundo lleno de pilas de huesos y manos corrompidas.
Por un momento estoy en medio del camino de enormes monstruos metálicos, cubierto por la sombra de gigantes de piedra. De improviso cae la noche; sin motivo aparente, las hojas caen mientras rostros inexpresivos se acercan por ambos lados para perderse tras mi punto ciego.
Es un trayecto redundante; esta vez sin compañía ni motivo aparente. Vuelvo al punto en donde tantas veces nos despedimos de forma inocente. No sé aún qué es lo que extraño, pero cuando lo descubra, prometo escribirlo para no olvidarlo.



1 comentarios:
Los seres humanos somos los únicos idiotas del reino animal que tropiezan con la misma piedra dos veces. ¿Será que tenemos mejor memoria? ¿O simplemente somos unos pegados sin justificación?
No sé si sea saludable volver sobre los pasos ya dados. El otro día leí esa frase que traducida al español sería algo así como: "El pasado. Se fue. No se puede cambiar. Supéralo". Es una frase medio "saquito de plomo", lo reconozco, pero no por eso deja de tener su toque de verdad.
En todo caso, ¿por qué será que recordamos los lugares, los momentos, pero siempre queda esa sensación de que algo se nos olvida? Debe ser que los recuerdos no tienen el mismo sabor. Habrá que guardarlos en el refrigerador para que no se descompongan...
No sé... divago... tengo sueño y estoy chata... día de porquería...
Al menos estás acá para compartirlo conmigo (woohoo... afortunado tú...)
Besos
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