Tengo fallas en mi memoria. Las palabras ya no nacen con la facilidad ni la seguridad acostumbradas. Comprendo que es solo el remanente de un golpe que ha perpetuado un daño más profundo que el tinte oscuro en la piel o las pequeñas lagunas sanguinolentas en la nieve. Es un daño a nivel espiritual que fractura el movimiento alternado —y, a veces, coordinado— entre acciones y emociones.
Cuestiono si deseo participar en esta cruel lid. La magia y los rituales ancestrales ahora no sirven más que para justificar algo que cada vez tiene menos sentido.
¿Será acaso que me estoy rindiendo? ¿Llegó, finalmente, el momento en el que no puedo dar más batalla?... Deseo proseguir la marcha con los brazos en alto, por mi mujer, por mis hijos, por la tierra de mis padres, que a su vez la heredaron de los suyos. Es por este norte que me vuelvo más fuerte que los grandes robles.



1 comentarios:
Divertido que hables de memoria y olvidos... es parte importante de mi sueño de anoche.
Las guerras nunca tienen sentido, y por eso, hay que justificarlas de alguna forma... por los hijos, por amor, etc... nunca podemos decir que es porque los líderes estaban aburridos, o sólo ansiosos de poder, porque sino, nadie pelearía. Sería bueno que alguien les hiciera llegar el mensaje...
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