Sendero Sucio

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Por palpar las alturas sacrificamos nuestra fracción inmortal y construimos una escalera al cielo en base a cráneos y toda clase de osamentas.

Por metas incongruentes nuestra señora de tul lóbrego aparece, solo para ver embellecidos sus rasgos al perfilarse a contraluz bajo rocío carmesí. La carne de los pares retorna a la tierra, mientras sus cenizas brindan paso al levantamiento de un nuevo trono.

El adalid solo acierta su camino en la medida en que despliega sus fortalezas, pero termina erigiendo, en su propio pecado, la condena a su mazmorra.

1 comentarios:

Magdalena dijo...

Para alcanzar las alturas hacemos tantas cosas... construir escaleras, aparatos voladores, y nos pegamos costalazo tras costalazo... me pregunto si no será bueno tratar de apreciar lo bueno de la tierra firme... pero supongo también que el hombre siempre va a querer llegar a donde no ha llegado jamás. Es parte de la búsqueda de la felicidad.
Punto aparte sobre eso, o quizás punto seguido. Sólo quiero decir que aún cuando el adalid termine en una mazmorra, si acertó el camino, supongo que en algo valdrá la pena.